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Me sentí despreciada


Durante años tuve depresión debido a haber sido criada con la ausencia de mis padres, quien se hizo cargo de mí fue mi abuela, pero tras casi ser abusada sexualmente por parte de un miembro de la familia me mudé con mi madre. Viviendo con ella conocí a un joven, y a pesar de sus problemas con el alcohol, me mudé con él tratando de resolver mis problemas y mejorar mis circunstancias, pero él empezó a agredirme física y verbalmente.

Fui criada bajo costumbres conservadoras que me habían formado como una mujer de bien, pero cuando lo conocí a él noté que mi vida cambió. Tratando de transformar nuestra vida quedé en espera de nuestro primer hijo pensando que esto traería algún cambio, pero la situación en nuestro hogar solo seguía empeorando.

Los problemas en el hogar me tenían aterrada así que decidí empezar a ingerir alcohol. Cuando me sentía sola o me deprimía y me daban ganas de suicidarme. Lo único que pensaba en ese momento era en acabar con mi vida.

Mi mamá conoció la Iglesia Universal empezó a luchar por mí, pues, era la única de los cuatros hermanos con más problemas de rebeldía. Rechacé sus invitaciones para asistir a la iglesia, pero ella siempre insistió, hasta que acepté.

La primera vez que asistí un pastor me aconsejó que debía perseverar, luchar y no desistir porque estos eran mis primeros pasos y me esperaba mucho por delante.

Empecé a asistir miércoles, viernes y domingo por las recomendaciones y escuché por primera vez sobre el Espíritu Santo.

Hoy gracias a Dios puedo decir que vivo tranquila, feliz y tengo paz en mi vida gracias a que he encontrado el Espíritu Santo.

Stella Delgado.

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