Mi vida estaba destruida, no tenía amor propio, no sentía cariño por nadie y no creía en el matrimonio.
Tuve muchas parejas pero no me sentía bien con nadie, por esa razón ninguna de mis relaciones eran duraderas ni estables.
Hasta que conocí a mi actual esposa. Nos casamos, pero yo no dejé de vivir mi vida de soltero, hasta que decidí divorciarme, porque ya no aguantaba escuchar los reclamos de ella.
Mi esposa no aceptó el divorció y me invitó a participar de las charlas de la Terapia del Amor y yo acepté. Con cada charla, íbamos aprendiendo a conocernos y a practicar día a día. Así fue que al poco tiempo fuimos totalmente transformados, el Espíritu del amor entró en nuestras vidas. Hoy en nuestro matrimonio existe el respeto y el amor. Fernando