Al año de vida fui separado de mis padres biológicos y dado en adopción. Al crecer, tuve una gran depresión, que me llevó a intentar el suicidio. Busqué ayuda en varios lugares, pero, nada cambiaba en mi vida.
Un día reconocí que necesitaba a Dios y decidí entregarle mi vida. Fue cuando empecé a participar en las reuniones de la Iglesia Universal y participando fui libre de todos esos tormentos. En una reunión, escuché hablar sobre el Espíritu Santo y la importancia de recibirlo. Entonces, prioricé recibir el Espíritu Santo y Lo busqué con todas mis fuerzas.
Cuando Lo recibí encontré paz y felicidad, lo que tanto deseaba tener. A través del Espíritu Santo yo conocí la verdadera felicidad. Incluso, tuve la oportunidad de encontrar a mis padres biológicos.
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