
El abandono me hacia sentir perdido en el mundo en el que vivía debido gracias al maltrato de mi madre. De ella nunca recibí amor y cariño de una forma recíproca como yo lo esperaba. En cambio, vivía acosado por el maltrato y la violencia física que recibía por parte de ella, mi frustración crecía cada día más, dicha frustración me llevó al consumo de drogas y alcohol. Mi madre me hecho de la casa.
Una vez en la calle, despojado de un techo y en abandono, todo el amor que una vez sentí por mi madre se convirtió en odio, había perdido en control de mi vida. Un día, todo cambió para cuando conocí la Iglesia Universal y pude desahogar todo dolor. Me acuerdo que en ese día que participé la primera vez, empecé a desahogarme de todo lo malo que yo tenía, todo lo malo que había pasado, todo lo que estaba dentro de mí escondido.
Empecé a perdonar a aquellas personas que yo pensaba que les había hecho un daño. Llamé a mi mamá después de muchos años de no hablar con ella y le dije que me perdonara.
Dejé el tabaco, dejé el alcoholismo y soy feliz.
Todo se lo debo a Dios, soy tengo la alegría que viene de Dios y nada me falta.