Desde niña vi como mis padres se agredían física y verbalmente. Sentía que yo era la culpable de las discusiones que habían en mi hogar. Para ahogar la angustia que sentía, me cortaba los brazos. Prefería sentir el dolor físico en vez de tener el dolor en mi interior. Pasaron los años y conocí a alguien, llegamos a estar de novios, pero descubrí que me era infiel. Cuando me enteré, mi mundo se cayó, porque yo dependía mucho de él, por causa de eso intenté suicidarme. Sentía que no tenía valor, la angustia y tristeza ya se habían apoderado de mi.
En esa situación llegué a la Universal, empecé a practicar lo que me enseñaban y fue así cómo pude ser libre de los problemas de depresión que tenía. Aprendí a valorarme, me acepto como soy. Ya no existen peleas entre mis padres y mi vida sentimental fue transformada.
Pero lo más importante que recibí, fue el Espíritu Santo, en Él conocí el verdadero amor.
Liliana
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