Yo era una mujer depresiva, adicta a las pastillas y al alcohol. Lo único que deseaba era dormir, ya no quería atender a mi familia ni mi hogar.
Mi esposo me invitaba a compartir como pareja, pero siempre me sentía muy cansada y no quería nada con él. Él prefería llegar tarde del trabajo antes que tener que lidiar con mi indiferencia.
Mi esposo empezó a tener amoríos con una compañera de trabajo, esto me enfureció tanto que terminé echándolo de la casa. La separación me deprimió mucho más.
Conocí la Iglesia Universal a través de los testimonios que vi una noche en la televisión. Participando entendí que lo más importante era buscar el Espíritu Santo, para recibir una transformación completa, que naciera en mi interior ¡estaba cansada de ser yo! necesitaba una nueva vida.
Al recibir al Espíritu Santo yo encontré esa paz y felicidad que nunca había proyectado en mi vida y consecuentemente hubo cambios positivos en todos los aspectos de mi vida. Poniendo a Dios en PRIMER lugar, aprendí a amarme y aprendí a amar y cuidar a mi familia. Hoy soy feliz y una esposa realizada.
Felicia Medina.