
Yo pensaba que estaba todo bien, porque había cumplido el sueño de formar una familia, me había casado, éramos muy unidos y felices, pero todo cambió cuando mi esposo comenzó a beber, al principio era solo de vez en cuando, pero llegó al punto de beber todos los días, faltaba al trabajo por sus vicios, se gastaba todo el dinero en alcohol, en casa no teníamos para comer ni para pagar los gastos, entonces me vi en la obligación de comenzar a trabajar para poder sustentar a mi hijo, había muchas peleas y discusiones, él me golpeaba y me humillaba mucho, me hacía sentir muy desvalorizada, dos años después por problemas de alcoholismo él cayó al hospital, el diagnóstico médico indicó que tenía el 70% de su páncreas muerto. Después de unos días el doctor me buscó y me dijo que comprara el ataúd, ya que él iba a morir. Yo no sabía como salir adelante con todo lo que había vivido durante esos años, cargaba mucha tristeza, me sentía vacía y sola, ya no quería vivir, y con esa mala noticia empeoré aún más.
Un día en la calle recibí una invitación, era de la Iglesia Universal, me decían que hay un Dios que hace milagros extraordinarios en la vida de aquel que cree en Él, en ese momento me hicieron una oración, y recibí mucha paz, lo primero que noté de diferente es que esa noche pude dormir muy bien, algo que hace años no podía hacer, al otro día me desperté con mucha fuerza y ánimo para seguir adelante. Fue así que decidí aceptar esa invitación y participar el día domingo, no sabía de qué se trataba la reunión, pero recibí una palabra que me dio mucha fe, y esa palabra era que si yo seguía luchando y perseverando por mí y por mi familia, Dios haría una transformación. Y así fue, de a poco comencé a ver los cambios, primeramente en mi interior, salió toda esa angustia que tenía, después comencé a luchar por la salud de mi marido y Dios hizo el milagro, él fue completamente sanado de su páncreas, los médicos dijeron que él ya no iba a morir, Dios restauró mi familia, ahora hay armonía en mi hogar, no hay más discusiones, recibí el Espíritu Santo que es el bien más importante, hoy soy una nueva mujer, y tengo motivos para vivir.
· Filomena Luna