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“DETRÁS DEL CONSUMO DE ALCOHOL HABÍA UNA HERIDA Y UN DOLOR QUE NO SANABA”


“Tuve una infancia dura, crecí sin el amor de una madre, me crió mi papá y una madrastra.

No había amor, me sentía rechazada, sentía rencor y tristeza.

Cuando tenía alrededor de 12 años una persona conocida abusó sexualmente de mi, lo hizo

repetidamente, en mi casa y mi papá no se dio cuenta, no había una comunicación.

A los 13 años me puse rebelde. Decidí andar en pandillas, con malas juntas, era agresiva, quería hacer daño a las personas, porque yo no recibía amor, no sentía amor ni compasión por nadie.

Pasé peligros, enfrentamientos de bandas, vi amigos fallecer, pero eso no me detuvo.

A los 13 años conocí el alcohol y tuve ese vicio 16 años de mi vida. Donde hubiera alcohol yo iba.

En un momento quise conocer a mi mamá, fui con ella pensando que todo sería distinto, pero fue peor, porque allá había más delincuencia.

Me emparejé con alguien y por ser su pareja me buscaron para matarme, me apuntaron con un arma dos veces. En esa relación no había respeto, él andaba con una y otra y yo también era infiel. Me embaracé y me buscaban para matarme, le dejé

mi hijo a mi mamá y me tocó salir huyendo de mi país. Pero acá en Chile seguí con el vicio, en las mañanas partía bebiendo alcohol y en las tardes

estaba ebria.

Yo pensaba: “voy a trabajar, voy a empezar de nuevo y voy a cambiar de vida”. Llegué acá trabajé le mandé dinero a mi hijo, pero acá me involucré con malas juntas y nunca salía esa vida, al contrario cada vez era peor.

Había perdido la dignidad, me gustaba tanto el alcohol que conocí unas amistades y me dijeron: “Acá hay unos lugares que uno va comparte y te pagan”. Era prácticamente un prostíbulo.

Y allá llegué, porque dije: “Me van a pagar y puedo tomar, me las tomo todas”.

Empecé a alcoholizarme aún más, todos los días, día y noche. Me pagaban, pero el dinero no me importaba, sino el trago. Poco dormía, a veces ni comía.

Yo hablaba a mi mamá que todo estaba perfecto, les enviaba dinero, pero ni hablaba con mi hijo. Lo que yo recibí de mi papá sin darme cuenta lo hacía a mi hijo.

A veces me arrepentía, me sentía desvalorizada, era muy triste, quería salir, pero no podía. Sabía que todos con quienes me involucré solo me usaban, así como yo a ellos. Llegué a tener 3 o 4 relaciones al mismo tiempo.

Durante el día, estaba sola y me había resignado que iba a morir sola.

Empecé a tener depresión, miraba a otros que eran felices y yo pensaba: “¿Por qué soy así?, ¿Para qué nací?”

Me refugiaba en el alcohol y ya no quería salir, pasaba encerrada, solo bebiendo y una amiga no aguantó verme así y me invitó e insistió y me acompañó al Tratamiento para la Cura de los Vicios. Acá me recibió un siervo de Dios e hizo un desafío y

ese mismo día rechacé el alcohol y me acompañó en todo mi proceso de liberación.

Acá aprendí qué es el verdadero amor, acá conocí al Señor Jesús. Acá nadie me rechazó,

nadie me criticó, al contrario recibí apoyo y amor. Acá descubrí que los vicios tienen cura.

Estoy felizmente casada, amo y soy amada. Tengo el Espíritu Santo y es el Mayor tesoro que yo recibí, hoy disfruto la vida. Mis heridas del pasado sanaron y mi vida fue transformada”. Flor

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