
No creía en la familia porque yo crecí en un hogar destruido, con un padre alcohólico, con una madre golpeada y maltratada. Desde mi niñez cargué depresión y ganas de quitarme la vida.
Ya adulta tuve relaciones amorosas de la misma forma, con maltratos y desilusiones, creyendo que la vida en familia era una ilusión.
Conocía la Universal por mi mamá, me llamó la atención su cambio y la acompañé, participando en las reuniones, especialmente los domingos, pasé a valorar la familia, me enseñaron a orar por mi familia y a cuidarla.
Yo era orgullosa, no escuchaba a mi mamá ni a mi hijo, no era una mamá muy preocupada.
Acá aprendí a cuidar de mi familia y a confiar en Dios para cuidar de mi y de mi familia.
Tener conciencia de lo importante que es que Dios esté presente.
Dios transformó mi carácter y reconstruyó nuestra familia.
Hoy tenemos una linda relación y una familia bendecida. Con mi mamá conversamos, mi hijo me espera feliz cada día y compartimos en la familia que Dios nos transformó.
Hoy tenemos el respeto y amor que vienen de Dios. Edith